Soledad de las ruinas ducales
De entre las ruidas de las pasadas grandezas, del palacio ducal rodeado de murallas, de entre la Soledad de las ruinas del pasado surgió la tarde soleada tras los aguaceros de la mañana. El primer paso del triunfo de la Santa Cruz anunciaba que Marchena tendría broche de oro a su semana mayor.
El Santo Entierro estrenó el dorado completo de la delantera de su paso. Detrás, el habitual cortejo oficial de autoridades, con toda la corporación municipal al pleno, Guardia Civil y maceros con el antiguo uniforme y escudo del municipio. Detrás corre el cortejo del tiempo entre arcos y armaos con plumas negras y tambores sordos.
Y coronando la tarde, apareció por la ojival puerta de Santa María el paso de la Soledad, con la torre de Santa María bordada en su techo de palio, bajo laas sombras de la torre auténtica y real.
La tarde del Sábado Santo es el altar de la saeta antigua, gracias a la costumbre de las Moleeras, que pone punto y final a la Semana Santa de Marchena. En la época del ducado, cuando la Virgen se acercaba al tiro, los marcheneros impedían el avance del paso hacia el interior de Palacio, adonde les estaba prohibida la entrada. Y lo hacían con la única arma que tenían, las saetas. Horas y horas de saetas ininterrumpidas, un arma tan marchenera como la carcelera o la saeta antigua preflamenca.
Y en Marchena, los milagros aún ocurren en Semana Santa, gracias a los marcheneros que han sabido preservar sus tradiciones. A pesar de que ya no existen Duques, se sigue conservando esa tradición miltitudinaria de horas y horas de cante por saetas autóctonas. Los mejores saeteros de la tierra de las saetas se dan cita en la noche del Sábado Santo entre las ruinas de palacio y la luna llena de primavera. Por eso la Virgen de la Soledad no tiene hora de enrada, entra cuando ella quiere, como dicen sus hermanos.
Y para una singular Pasión, un broche de lujo. El domingo de Ressurrección las capillas aparecen abiertas de par en par y una muchedumbre recorre los templos para despedirse de los pasos. Y de nuevo surge la saeta, y se ofrece al visitante un recuerdo de la Semana Santa que ya termina, y en los umbrales de los templos se venden toda clase de objetos relacionados con la hermandad.
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