OPINION: HARTOS DE POLITICA

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Una vez que ya todo ha pasado y como hay que darle un margen de confianza al nuevo equipo que toma posesión el lunes y unos días-semanas de tregua, y como además estamos en pleno verano y la política ya da calor y nos cansa un poco, hay que hablar de ocio, y de cómo usan-abusan algunos de su tiempo de ocio.

Me comentan los nuevos cachorros marcheneros que vienen echando los dientes que la moda ahora, aparte de los quads, de ir sin camiseta por todos lados, y de depilarse todos los rincones del cuerpo, -algo que yo no comparto, pues digan lo que digan, los pelos abrigan- consiste en esnifar coca, con retrovisores robados de coches, fumar porros a cualquier hora y en cualquier plaza, si es en la del Ayuntamiento, mejor, por aquello de desafiar a la autoridad. Primero, no me sorprendo, y segundo me pregunto, qué haría yo si tuviese 18 años, ningun dinero y tuviese que quedarme por fuerza en Marchena, cada día sin salir uno solo del verano. ¿Cine?: no hay. ¿Piscina publica? aun no la han abierto aunque lleve un mes con calor. ¿Conciertos?, tampoco, bueno, alguno pero poco. Me respondo, afortunadamente ya pasé esa edad y ese momento.

Vuelvo a sorprenderme. ¿Adolescentes sin dinero?. Para consumir coca hay que tener mucho dinero, que sale de los padres. Muchos usan ropa deportiva de marca carísima, tienen motos y ya un poco mas crecidos coches. Por cierto alguno parece que no sabe que hay unos espejitos como los de pintarse las mujeres, que evita tener que arrancar de cuajo el retrovisor de un coche cada vez que se mete un tiro. Por cierto para los que le hayan robado algun retrovisor los pueden encontrar en las traseras de Santa María, zona centrica, pero marginal. Evitaré la moralina tipica de que ellos saben que se estan jugando su salud con el polvo blanco, pero me llama la atención la sinrazón de tener que arrancar un retrovisor para esos menesteres. Esto ya es un problema de ausencia de cultura, por completo, y de sentido común. El otro día ví que habian hecho una pintada sobre el rótulo de la calle Jamalla que ahora se llama por mor del gracioso, "abejamalla". Esto era impensable hace no tantos años: para hacer una gracia o pasarlo bien, molestar y causar prejuicio a los demás.

Lejos de caer en el paternalismo o en acusaciones injustas y generalizantes, yo me imagino un cierto tipo de adolescente que es presionado por todos los frentes por un consumismo desaforado, que confunde ser con tener, o con comprar, que por todos los lados se le dice tanto tienes tanto vales, y que se han hecho mayores en la fiebre del teléfono móvil, que se ha criado en una falta absluta de valores y que tiene dinero en los bolsillos, cuerpo de gimnasio y la sensación de que son los amos del mundo. Desconocen cuantas cosas desconocen y por eso mismo nada les llama la atención.

Y la conclusión que saco es que yo me siento muy afortunado de tener los amigos que he tenido, los maestros que he tenido, la familia que he tenido la suerte de tener y la educación y la cultura que tengo. Que no me gustaría ser hoy adolescente y que no sé cómo será la sociedad que hagan estos adolescentes. Y me reafirmo en mis valores y me veo en la obligación de hacer participes a algunos que caigan cerca mía, del placer de algunas cosas que ellos nunca han sentido, ni sentirán. Por ejemplo de salir con poco dinero en el bolsillo y pasar largas y placenteras veladas conversando en torno a unas pocas cervezas en las noches de verano, acogedoras y abiertas.

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